En un marco de alta expectativa y rivalidad, el clásico entre Estudiantes de San Luis y Juventud Unida de Gualeguaychú se disputó con un ambiente desbordante de energía. El partido comenzó con un Estudiantes decidido y cargado de confianza. La reciente derrota de Ferro de La Pampa ante Deportivo Rincón de Neuquén significó un aliciente para el equipo Albiverde, que sabía que independientemente del resultado, no caerían al fondo de la tabla de posiciones.
Con esa mentalidad positiva, los de San Luis salieron a buscar los tres puntos que les permitirían alejarse de la temida lucha por la permanencia. Apenas iniciada la contienda, un remate de Agustín Álvarez hizo sonar la alarma en el arco defendido por Alejo Lazarte, quien logró contener el disparo. Este fue solo el primer aviso de lo que estaba por venir. A los 23 minutos, el lateral Ezequiel Sosa realizó una jugada magistral: empalmó la pelota en el aire y la mandó a incrustarse en el ángulo derecho, un golazo que dejó sin respuesta al portero Lazarte y puso en ventaja a Estudiantes.
El impacto del gol se sintió en el campo de juego, propiciando un período de fricción que llevó al árbitro cordobés, César Ceballo, a intervenir para controlar los ánimos. Juventud Unida, que jugaba de local, no se dejó amedrentar por el golpe recibido. En busca de la igualdad, Joaquín León lanzó un remate cruzado que exigió al arquero Germán Montoya, quien lució sus reflejos para evitar el empate. Un cabezazo de Matías Persia que dio en el travesaño evidenció la presión que ejerció el equipo local, que se fue al descanso con un leve déficit en el marcador.
En el segundo tiempo, la tónica del encuentro se mantuvo. Juventud, dirigido por Hernán Vásquez, continuó buscando el gol del empate, y en una de las jugadas más claras, Francisco Aman se encontró mano a mano con Montoya, quien nuevamente se erigió como el héroe del partido al detener el remate. A estas alturas, Montoya no solo había demostrado su capacidad bajo los tres palos, sino que también se destacó por su eficacia al descolgar los centros que le llegaban.
A medida que el tiempo avanzaba, el mediocampo se convirtió en un espacio vacío, donde la pelota parecía no pasar. El Auriazul, en un intento por alterar el rumbo del partido, arriesgó y desplegó su arsenal ofensivo, mientras el Albiverde se replegaba, buscando contragolpes que pudieran ampliar su ventaja. La falta de creatividad y la previsibilidad de Juventud hicieron que fueran fácilmente contenidos por la sólida defensa de Estudiantes, liderada por la dupla central Facundo Quiroga y Paolo Impini.
El final del partido se acercaba y, en un último esfuerzo, Ezequiel Riera se elevó para cabecear un córner que encontró la mano firme de Montoya, quien continuaba brillando. Sin embargo, en los instantes finales, la situación se tornó más complicada para Juventud cuando un jugador recibió una segunda amarilla y fue expulsado, dejando al equipo local con diez hombres.
El silbato final consagró a Estudiantes como el vencedor, más que un simple resultado, el triunfo les otorgó un respiro en la general y una clara ventaja sobre Ferro de La Pampa, a la vez que se quedó con el último clásico del año, un impulso anímico crucial de cara a los próximos compromisos. Por su parte, Juventud acumula solo una victoria en los últimos cinco encuentros, lo que refleja un panorama complicado en el que deberá trabajar arduamente para revertir su situación.
De esta manera, Estudiantes se prepara para su próximo desafío, donde recibirá a Sol de Mayo de Viedma, mientras que Juventud visitará a Deportivo Rincón en Neuquén, buscando encontrar nuevamente el buen camino. Este clásico no solo fue un partido; fue una manifestación del deseo de superación y la búsqueda de nuevos horizontes en el mundo del fútbol.
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