Hoy, al observar lo que sucede en la plaza del Senado, siento un profundo dolor por este lado de la patria. Ver a argentinos enfrentándose entre sí, ya sean policías, gendarmes o manifestantes, es una escena desgarradora. Porque, al final del día, todos somos argentinos y esta votación también afecta a quienes, por mandato, deben reprimir a sus compatriotas.
Ver a un policía llorar mientras se le ordena reprimir a sus hermanos y hermanas me hizo reflexionar sobre el estado lamentable de nuestra sociedad. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo permitimos que aquellos que deberían protegernos se vean obligados a actuar en contra de su propio pueblo? Hoy, más que nunca, está en juego la posibilidad de que los argentinos vivamos dignamente, preservando los derechos y garantías por los que tantos lucharon a lo largo de nuestra historia.
Amo mi Argentina. Quiero que mis hijos crezcan en un país que refleje los valores y la dignidad que aprendí en la escuela, el país que disfruté con mis abuelos, el país que mis abuelos soñaban cuando llegaban en barcos desde Europa. No quiero un país donde los políticos negocien con la vida de la gente, sacando provecho personal en lugar de trabajar para el pueblo que los eligió.
Es vergonzoso ver cómo un Estado tergiversa una protesta genuina y ciudadana, presentándola como un golpe de estado. Menos fantasía y encubrimiento de sus temores, señores políticos, y más acción concreta. Hagan su trabajo, defiendan a capa y espada nuestros derechos y construyan el país que merecemos.
Hoy es un día crucial. No se trata solo de una votación en el Senado, sino de un momento definitorio para nuestra nación. Que no olviden los sacrificios de aquellos que nos precedieron y que luchemos juntos, como argentinos, por un futuro mejor para todos.
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